martes, 23 de septiembre de 2008

Días lluviosos en un cuarto solitario


Solía ser de los que pensaba en la lluvia como un momento benéfico para los sentidos, para la reflexión personal.
Era de los que soñaba románticamente con ver la lluvia desde la ventana y soñar con días añejos, con personas queridas y con momentos bellos.
Pero la situación de cada uno cambia. Y la lluvia no me parece más, algo bonito o dino de apreciar. La lluvia moja mis entrañas, y cala los sentidos. Penetran en los recuerdos a pesar de nuestra negativa de que lo haga.
La melancolía es dulce por momentos, pero cuando los recuerdos se aposentan en la memoria y salta y baila en medio de un cuarto solitario, entonces la nostalgia duele.
Cada gota en la ventana es como un navajazo en el brazo, que produce silenciosamente un eco desgarrador en las paredes del cuarto. Una cama, un colchón vencido, una mesita con 3 o 4 artículos de higiene personal, no son obstáculo para los sonidos desgarradores del silencio.
Mi soledad se refuerza, y me retuerce, con cada lluvia.
Ya no me gustan los días de lluvia estando en mi cuarto solitario.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Resaca Laboral


No es lo mismo ahora. Los años pesa más que antes, y esto lo digo sin ser un viejo, pero el desvelo intensivo provocado por un pesado día de labores, es capaz de provocar los más elementales síntomas de una resaca, digna de mi más dorada juventud, en la que la vida no parece importar más que en el presente inmediato.
Mis espalda parece cargar los treinta y tantos años, todos del mismo lado, el estomago recrimina la jornada de la misma forma en la que le molestaba eliminar las toxinas de una noche de juerga. Y el cuerpo parece estar más molido que por el esfuerzo que llegó a provocar una noche entera de sexo desenfrenado, por supuesto sin la sensación de triunfo que provoca mantenerse con vida y lleno de alegría por tamaña hazaña.
Los años, siempre lo escuche pero nunca hice caso, no pasa, pesan. Las sensaciones de triunfo que genera la sobrevivencia al bombardeo por 2 botellas de ron, o por el esfuerzo casi divino de una sesión sexual nocturna casi terna, esas sensaciones de logro se esfuman ante la resaca laboral.
Uno sabe que ha logrado sobreponerse a un reto enorme, que ha vencido a la adversidad disfrazada de urgencia. Uno es consiente que la permanencia en el mercado labora consigue un punto extra, pero aún así no logra uno la animosidad ni el triunfalismo de los años mozos.
Ahora, viejo en mi adultez, el conformismo se acomoda para reforzar el esfuerzo que la resaca laboral puede provocar. Ya sea una jornada de una noche entera, con la debida continuación normal de la jornada al día siguiente, o el fin de jornada al término de un año o de varios, la sensación de vacio es la misma.
Uno se sabe con la obligación de continuar, de seguir, no por uno sino por los que se carga y se quiere. Uno se sabe obligado a subsistir. Entonces los triunfos no suenan más que puntos de apoyo en esta carrera de subsistencia. La resaca laboral no es un hazaña que recordar ante los amigos, no es motivo de presunción. La resaca laboral es tan solo un obstáculo más.