miércoles, 13 de febrero de 2008

Compañía perfecta



Apareció de pronto, dudando un poco de mi, y de lo que podría pasar. El viaje era largo y los silencios se hicieron menos pesados con musica en el ámbiente. Más tarde volvio aparecer, con mayores bríos, con menos dudas y más confianza. Yo no era un lobo y ella no era una oveja que pudiera robarme. Aunque tal vez deba confesar que deseaba hacerlo.
La platica surgió de improviso, sin pensarlo siquiera. Afinidades, gustos o lo que fuera. Platica y sonrisas. Miradas cruzadas.
Por momentos parecía que las miradas se intensificaban, yo duda, ella sonreia. Era la duda que origina la descostumbre de un sentimiento noble y agradable. La deseaba. Pero no podía tocarla.
Limite mi libido al desfogue con mis almohadas, con mis pensamiento.
Limite mis palabras a la inocencia de un hombre maduro centrado.
Y me limite a escuchar, a gozar su presencia, a verla de todos lados, de todas formas para poder recordarla más tarde, en mi soledad nocturna.
Que más puede pedir un hombre, cuando tiene por compañía perfecta a una mujer hermosa que no debe tocar.