Nuestra vida está llena de cambios. No deja uno de cambiar. Pero cuando los cambios son más dráticos, es común que uno los vea con detenimiento, con detalle, con curiosidad y en ocasiones hasta con admiración y melancolía.
Cambiar de sitio, de casa, de trabajo, de novia, de vida.
El cambio interior es aquel del que no tenemos muchos vestigios.
Cuando ve uno en perspectiva y se da cuenta de todo aquello que ya no hacemos, de aquello que ya no nos gusta, o que ahora preferimos. En ese momento notamos el cambio.
Hoy he visto como y cuanto he cambiado.
Hoy he notado que ya no soy el mismo.
Hoy, ya no es ayer.
Y aun no si si debo alegrarme o resignarme.