miércoles, 5 de diciembre de 2007

Kelly

Que extraordinario viaje al inframundo del deseo y la pasión. Saberse deseado, gustarse y no tocarse. Es el juego de Kelly. Es mi juego particular.
La encontré en una ciudad perdida dentro del México Histórico, en un hotel común, en un momento diferente. Llegó con los ojos negros y sus ideas por delante. Llegó con una enorme sonrisa dibujada en sus labios, y con Sabines en una hoja.
Sin muchas palabras adentramos nuestras almas, y ya más cerca de nuestra realidad nos prometimos palabras, frases, cartas. Y estas surgieron de nuestros recuerdos, de nuestros deseos dormidos.
A través de nuestras cartas nos mandamos espejos donde admirarnos del otro, del ser lejano que estaba en nuestro interior. A través de nuestras cartas entramos en la vida misma.
Llegó la primer visita. Fugaz. Llena de momentos, de plática, nos desnudamos. Fue latente que había algo flotando entre nosotros ¿era conveniente apostar a una relación distante? No me atreví. Huí, me llevé numerosos recuerdos, y su sonrisa clavada hondo en mí.
Volvimos a las cartas, al ideal. A los sueños perdidos en la distancia, alejados de la otra realidad. Volví a mi escritorio, a mis pachangas, a mi vida. Ella a la suya, envuelta de información, en medio de chavos, de campos y de cultura. La envidiaba, la deseaba. Deseaba volver pronto.
Pasó el tiempo. Y volví.
Nos reunimos, sus manos frías entre las mías, los dos sin atrevernos a nada. Sin querer arruinar el presente. A su prima me presentó y dije ser su amante. Abrazándola por el talle, no podía dudar de mis palabras. Kelly se ruborizó. Y lo era, su amante. Un amor diferente, un ser distinto en medio de un mundo diferente. En medio del capitalismo, dos ideas amando sus ideales. Irracional. Amando sus realidades. Amándose.