domingo, 9 de marzo de 2008

Medicina contra el recuerdo



Sigo aferrado a tu recuerdo, esperando a que el sol evapore tu cuerpo etéreo y me quede con un rostro hermoso y tus ideas sensacionales. Te extraño.
Para avivar tus recuerdos, eso se llama sadomasoquismo mental, me he recetado dos cucharadas de poesía. La dosis ha ido variando, primero tomaba a Sabines, la misma dosis y el mismo sabor "...voy a dejar de fumarte, de beberte, de pensarte..." Pero el efecto ya no era el mismo, probé el de los "amorosos" logrando mitigar por momentos la nostalgia. Varié la dosis, dejando que la suerte determinara la cantidad (y el párrafo). Hasta que mi médico (Dr. Ello) sugirió cambiar la medicina o paliativo; entonces experimenté con Benedetti, pero la justicia social y el amor comunista no lograron alivio alguno, con Bequer el tamaño de la herida aumentó. Entonces opté por la medicina naturista desconocida para mí. Versos que parecían hablar de ti, a pesar de que no hubieras oído hablar de ellos. Posiblemente esta distancia propiciaba un acercamiento onírico. Y al final la razón científica no importó. Te volvía a sentir dentro de mis venas y me reconfortaba el sueño.
Han pasado dos largos meses desde que comencé a tomar medicinas contra la distancia tiempo. El saldo no creo que sea bueno. La medicina aleoversística se ha vuelto una adicción incontrolable. Tu ausencia quema mis ansias por verte, por verte de reojo, por olerte aún a dos, cuatro, diez metros de distancia. Un gran vacío queda en mi corazón. Hace tres días que me he abstenido de droga alguna contra ti. Tu recuerdo ha velto y los dolores me sientan bien. Mi mano temblorosa, al fin, se ha decidido a escribir tu nombre y la alegría - e inspiración- han regresado. Regresó Sabines, regresó Benedetti. Porque los traías contigo.
Creo que mejor que la medicina era la enfermedad.