domingo, 9 de marzo de 2008

Requinto para Raquel



Llueve.
La humedad sube por mis fosas nasales proyectando imágenes grisáceas donde paseamos bajo una fuerte lluvia, sin paraguas, sin abrigos, sin ropa. Caminamos sobre un puente a medio construir deteniéndonos para ver el paso de un desfile de panaderos en bicicleta inoxidables. Nos miramos largamente y un suspiro embota nuestros pensamientos llenos de nostalgias y sabores…
… el sabor de la amargura que causan las lagrimas ante la ausencia sin sentido que me causas durante semanas, tras las cuales adopto una postura encorvada con los ojos fijos en el sofá amarillo, donde sueles sentarte y pedir que me siente en tus piernas para dejarnos llevar a países inasequibles con las manos, con la lengua, con las palabras, los gemidos.
… el gusto por las gotas de café que empañan los vidrios de un auto-sardina donde viajan enlutados nuestros pensamientos; ‘hace tanto que decidimos dejar de sentirnos para sólo pensarnos en una distancia tan añeja como el ron que suelo elevar en tu honor’.
… degustar tu cuello salado por el sudor que provocan las miradas grises, grises como aquellos días en los que solíamos pasear, todavía de la mano, sin temor de acusarnos de cursis o de melodramáticos a la Coppola.
… saborear las gotas de una bañera que se escapa entre tus piernas a pesar de mi intento esperanzado por capturarlas en tu centro de atracción: tu ombligo.
Y continuamos nuestro camino interminable entre cables rotos y mariposas que esquivan la lluvia que arrecia causando que la temperatura baje a niveles donde la pasión escapa entre las frases incoherentes que me dedicas.. ‘Tienes sed?’ Aún sin responderte sabes que así es, y dejas que beba de tu cuerpo, de los jugos fríos que emite tu fe en el mañana, empapando mi interior.
Llueve.
Pero sólo llueve en la bañera, donde me he detenido a mirar para soñar un breve momento, donde el requinteo de mi mente hace que llueva dentro de mi pantalón, y la humedad sonroje mis mejillas.