sábado, 23 de mayo de 2009

Colapso

Para ponerlo en palabras comunes, el encuentro fue como un choque de trenes en los que el descarrilamiento es tan solo una consecuencia de la velocidad con que se da el encuentro. Donde el choque tan solo se puede verificar gracias a las consecuencias dejadas en el terraplén. Una mirada esquiva, un beso mal dirigido, un teléfono apuntado en la velocidad del colapso.
Quería evitar que mi novio te viera, me dijo un par de años después del colapso. 
El daño fue irreversible. 
Permanecí noches sin sueño, pase hambre de imaginación. 
Soñé con verte en una calle, en otra, vestida con tus jeans deslavado, con falda larga, con pañoleta sobre tu rostro. Soñé contigo repetidamente.
Ese día del colapso, me viste y me indicaste una ruta de escape por la cual nunca apareciste. Me fugué de mis ansias y deseos. Me fugué de mi mismo.
En el colapso ya no supe ni mi nombre.
En el encontronazo ya no quise ni vivir.
Veo tus ojos, aún en el reflejo del vidrio húmedo por la lluvia. Veo tus intensiones de aquel día, pero ya no reacciono. Prefiero esperar la siguiente colisión que me saque de éste autismo. De esta inmersión en mi mismo. En este maremágnum.
La colisión de tu fantasía me condujo a un abismo irreconciliable con mi alma. Solo un choque de trenes puede sacarme de nuevo de mi autismo lleno de erotismo por ti. Por tu piel. Por tus rieles que me conduzcan a tu central. A tu depósito. A tu todo.