sábado, 2 de mayo de 2009

Mujer Perfecta

No era una mujer hermosa, sin embargo no era fea. No era sexy, pero no era insípida, no era aburrida. No era conservadora. No era convencional, ni material. No era intelectual pero tampoco podía tachársele de ignorante. No era una mujer de muchas palabras, pero no se quedaba en silencio.

Lo más singular de esta mujer es que no tenía defectos. No se le encontraban puntos negativos que señalar. No se le podía ignorar fácilmente.

Era una mujer con quien se platicaba a gusto, con quien se paseaba a gusto. No tenía criticas acidas ni comentarios devastadores. Sabía agradar a los demás. Algo difícil en nuestros días. Pero algo le faltaba.

A su lado uno extrañaba las piernas delgadas y con rodillas prominentes, la sonrisa chueca o los hoyuelos a mitad de las mejillas. Uno terminaba por esperar que en algún momento llegara a encontrársele un punto, una coma, un pelo desacomodado. Nada.

Al principio resultaba atractiva y singular. Una mujer casi perfecta. Nada de lo cual quejarse.

Pero al paso de los días, la mujer se tornaba inconcebible. Algo irreal. Se sentía uno junto a un robot programado para satisfacer cualquier exigencia imaginable.

La mujer sin defectos lograba resaltar a las gordas, a las de voz gangosa, a las bizcas, a las ignorantes. Cualquier mujer resulta hermosa a su lado. La mujer sin defectos nos recordaba que la mujer es bella por lo mismo. Una mujer sin defectos no es hermosa.